Pasos a seguir:
1.- Expandir la conciencia del cuerpo acostado boca arriba en
una posición de expansión y libertad.
2.- Rodearse con el aura protectora.
3.- Imaginar que estamos en una pradera que nos es desconocida. Ver la hierba
y las flores. Apreciar el color de las flores y del ambiente. Oír los pájaros llamándose,
y otros sonidos agradables, como el silbido del viento. Sentir la caricia de la brisa en
nuestra piel y en nuestros cabellos. Sentir el suelo bajo nuestros pies. Oler las flores y
otros perfumes. Experimentar el sabor que acompaña a uno o más de esos perfumes.
Esta meditación, si se repite con frecuencia, fortifica los éteres sensor y
reflector para su uso en los mundos internos. El éter reflector puede fortalecerse,
además, recordando sueños durante la meditación o prolongándolos mediante ella.
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