Pasos a seguir:
1.- Experimentar una conciencia expansiva del cuerpo e imaginar un aura
protectora.
2.- Sentir indiferencia hacia los pensamientos intrusos e interés hacia la
próxima experiencia. El interés intenso por la experiencia meditativa, asegurará el
que la meditación no se interrumpa por el sueño. La indiferencia se puede activar
afirmándonos: "Es importante reflexionar sobre este pensamiento, pero no cuando
estoy concentrado y meditando". El interés se activa afirmándonos: "Me esperan
maravillosas experiencias y estoy decidido a experimentarlas".
3.- Experimentar el sistema respiratorio etérico primario. Introducir en el
cuerpo, "inspirándola" la energía etérica de Cristo, tomándola del aura protectora,
empleando el sistema respiratorio primario, empezando por los pies. A medida que la
energía de Cristo penetra por los pies y progresa, subiendo por todo el cuerpo hasta la
cabeza, examínese cada músculo y cada órgano interno. Adviértanse los músculos u
órganos que se resisten a expandirse y relajarse al recibir la energía de Cristo.
Vuélvase luego a esos puntos durante la meditación. Lléneseles entonces de energía
crística hasta que se relajen o nos den una imagen informándonos de por qué
acumulan emociones y qué podemos hacer sobre el particular.
4.- Cuando nuestro cuerpo esté relajado y libre, concentrémonos sobre un color
y permitámosle que nos conduzca a lo largo de un viaje simbólico para ilustrarnos
acerca de nuestra naturaleza de deseos. Elijamos el color que fue nuestro favorito en
la niñez y permitámosle cambiar, si ello ocurre, durante la meditación. Rodeémonos
de ese color y sintámoslo con nuestros cinco sentidos. El color será atraído por uno o
varios puntos del interior de nuestro cuerpo. Cuando penetre en ellos, recibamos el
mensaje que el color nos envíe.
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