Los jardines zen, originalmente conocidos en Japón como karesansui son jardines secos que se empleaban antiguamente en los templos con fines de meditación y en donde todo se encontraba en su justo lugar para generar armonía y equilibrio. Si bien esta tradición se remonta a tiempos inmemorables, se ha mantenido en el tiempo y están viviendo actualmente, un interesante revival.
El jardín zen es sobrio y abstracto. Con unos medios mínimos se intenta conseguir un efecto máximo. Se trata sobre todo del arte de suprimir cosas. Justo por esta limitación se potencia el efecto y se apela a la imaginación.
Según la doctrina del budismo zen, el hombre debe aspirar a vivir en armonía consigo mismo. Esto se logra por medio de la meditación, y un jardín semejante, creado según directrices especiales, se presta por excelencia a este fin. Un jardín zen sirve de maravilla para tranquilizarse sin distracción y en armonía con el entorno. Su mayor ventaja desde luego no está en el mantenimiento del mismo. Al contrario: una vez creado, éste se debe dejar en paz, para sólo disfrutar de su presencia.
Esta disposición de los bloques de piedra es todo un arte, que debe cumplir unos principios muy estrictos. El simbolismo tiene gran importancia. La arena rastrillada, por ejemplo, representa el océano y la ausencia de pensamientos. El agua corriente es como la fuente de la vida. Si deseas profundizar en los fundamentos de la jardinería zen, te aconsejamos que leas algunos libros sobre el tema. Pero sin sumergirte en estos manuales seguramente también merece la pena crear tu propio jardín de meditación oriental.
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