Aparentemente vamos a tener que enseñarles a nuestras neuronas a meditar. Y no quiere decir que haya que trepar a una montaña y seguir a monjes o encerrarse en un costoso salón de ejercicio con gurúes, el entrenamiento es mucho más simple y no cuesta más que el tiempo del que dispondremos para hacerlo.
Estudios diversos en el pasado han demostrado que las personas que meditan como un estilo de vida, los monjes tibetanos, por ejemplo, han cambiado el patrón de actividad en el cerebro. Más aún, reportajes publicados en el diario Neuroimagen a principios de este año indicaban que las personas que meditan durante treinta minutos al día durante ocho semanas, sólo ocho semanas, presentaban cambios que se pueden medir, como más densidad en algunos lugares en la materia gris, específicamente en zonas que están asociadas con la memoria, el sentido propio, la empatía y el estrés. Los cerebros de los voluntarios fueron sometidos a una resonancia magnética antes y después del experimento y los investigadores notaron la transición en el hipocampo.
En aquella ocasión, la autora principal del experimento, Britta Hölzel, de la Universidad de Harvard, explicaba que los voluntarios aprendieron una meditación conocida como “consciente”, introducida en Estados Unidos en 1970 donde la idea principal es “enfocar la atención en diferentes objetos imaginarios o centrarse en sensaciones como el pensamiento, la respiración o la observación de algún mecanismo. La idea es apoderarse de la mente y no dejarla divariar como suele hacer”, dijo.
Pues bien, ahora un nuevo estudio confirma los beneficios de la meditación y nos regala un mejor y más sencillo ejercicio para elaborarla. “Comencé a usar la meditación porque lidiaba con un desorden conocido como afectivo estacional, eso fue en el 1990, vivía en Minnesota y sentí un cambio rápido, como en un mes. Mi experiencia era de calma y de poseer la sensación de que era capaz de regular mis emociones”, explica Jane Anderson, de la Universidad Wisconsin-Stout, la autora de este nuevo estudio que surgió de aquella inspiración y que será publicado en el diario de la Ciencia Psicológica este mes.
“Los monjes budistas se han pasado decenas de miles de horas meditando, en el mundo moderno necesitamos mecanismos más rápidos y menos tiempo para el cambio. Once personas participaron en uno de los grupos, otros tenían diez; el entrenamiento para aprender a meditar es realmente fácil, si sabes cómo relajarte. Cierra los ojos y céntrate en el flujo de tu respiración en la punta de la nariz; si un pensamiento surge de forma aleatoria en el cerebro, reconócelo y luego concentras tu atención en la respiración y así lo dejas ir. Sin problemas”, explica.
¡Sólo cinco semanas!
Esta vez, en sólo cinco semanas era probable notar el cambio. Los investigadores realizaron un EEG, electroencefalograma, en los voluntarios, antes y después de la sesión, también de los otros dos grupos control, uno que no tenía que meditar y otro que fue entrenado pero no tenía requerimiento alguno para practicar. Las sesiones para los voluntarios eran de dos por semana cada una de media hora.
“Descubrimos que aún sin requerimiento, el entrenamiento era capaz de afectar los cerebros de uno de los grupos. Observamos en las personas que entrenaron y en las que meditaron una mayor proporción de actividad en la región frontal izquierda del cerebro, todos en respuesta a la meditación. En otros estudios se ha descubierto que esta zona en particular está asociada a los humores positivos”, dice Anderson.
De hecho, Christopher Moyer, otro de los autores, aseguró que meditar no debe de ser costoso y los efectos no deben tomar mucho tiempo. “Vale la pena darle una oportunidad a la meditación; no te hará daño, de hecho, puede que te regale beneficios varios”.
Una ventajosa adición
Ciertamente, igual que una dieta nutritiva y actividad física regular, la meditación puede ser parte de una vida más saludable. El estrés moderno obliga a buscar un mecanismo que enseñe a las neuronas a desacelerar, una manera de “desconectarnos” del medio y regalar un tiempo al cerebro para que refuerce la actividad. “Es posible que nos ayude a desarrollar una visión más positiva hacia el mundo”, explica Anderson.
No vas a levitar si meditas, eso lo sabemos bien, de hecho, no tienes que decir OMMM, ni sentarte como un lotus y asumir la pose con los dedos en círculos de tus manos; ponte en tu pose más cómoda y date un descanso concentrado por un buen rato, cierra los ojos y céntrate sólo en la respiración; sólo tus neuronas cambiarán y eso tiene ya un efecto certero en el individuo.
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Va ser muy útil todo lo que nos enseñes para calmar la mente.
ResponderEliminarGracias